Condenados
- Juan Cruz

- 22 feb 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 24 feb 2018
Para ellos ya no existe otro futuro, fueron marcados de por vida y sellados en los calientes pisos de Pakistán. Los Chahu o “Cabezas de rata”, entre la religión y las mafias.

Cuando la pobreza y los fanatismos conviven en una región, dejan como resultado algunas de las más siniestras atrocidades humanas, esas que son difíciles de comprender para cualquiera de nosotros.
Cabezas de rata
En el pueblo de Gujrat, ciudad de Lahore, una de las zonas más pobres de Pakistán, tienen lugar los Chahu o mejor conocidos como los “Cabeza de rata”, niños con microcefalia, intencionalmente malformados con aparatos medievales, para ser vendidos, esclavizados o cumplir los mandatos de quienes se enriquecen a costa de sus vidas.
Como mendigos se pasean con una caja de madera y viven dentro de una leyenda, donde para algunas personas son casi divinidades o la encarnación de algún espíritu benéfico que al darle limosna, les cumplirá deseos, les curara alguna enfermedad o estarán a salvo de “malos espíritus”.
Hijos de Shah Daula
En Gurjrat existe un misterioso santuario que atrae a miles de peregrinos cada año, en sus alrededores se pueden ver cientos de hombres ratas pidiendo limosna y custodiando el templo. Existen dos versiones respecto al origen de estos niños, la primera es la creencia por la cual muchas mujeres obtienen fertilidad si entregan el primogénito a la entidad sufí Shah Daula (para conseguir la fertilidad, este niño nacerá con microcefalia), la segunda es la adopción de niños provenientes de familias humildes. Curiosamente –y sin tener una explicación medica- la población con microcefalia crece en familias sin antecedentes, algo realmente poco posible, el paradero para quienes sufren esta discapacidad es el templo de Shah Daula que, como cuenta la leyenda dio hogar a un niño rata que llego como “mensajero de Alá”. Distintos movimientos y la presión de ONGs hicieron recapacitar al gobierno que argumentaba la tenencia de los niños en el santuario como un asilo para los pobres e ignoraba la extraña situación de la enfermedad genética.

Artefactos de la mafia
Para muchos islámicos hacer una donación a un discapacitado y ser tocado por el mismo significa asegurarse un lugar en la eternidad, de hecho Alá (profeta islámico) alegaba que quien mirara hacia otro lado en estas situaciones recibiría una maldición. De estas creencias populares se agarran los “centinelas” para sacar provecho de los discapacitados. Estas mafias utilizan a los Chahus para ganar entre 7 y 10 euros por día, mientras que la ganancia media en Pakistán es de 100 euros al mes (cabe aclarar que los Chahus también son vendidos en el mercado negro por un valor de 800 y 1000 euros). Existe toda una red de tráfico y explotación infantil de la cual resulta un oscuro negocio que engaña a los fieles y a las familias.
“las autoridades no se están tomando en serio este problema, que atenta contra la integridad de las personas con anomalías físicas. Esta práctica es ilegal y la justicia debería castigar a estos criminales que abusan de los discapacitados” Anush Husain director de Sahil organización contra la explotación infantil.

Nerviosos y con frio, se tambalean de un lado a otro, sin poder hablar y con cicatrices en la cara. Están a la vista de todos pero en la boca de unos pocos. Marcados por una brutal violencia y despojados de toda esencia humana caminan como esclavos, condenados por la religión, la sociedad y en muchos casos, por sus familias.
Algunos años atrás -mientras estudiaba sobre la sociedad pakistaní- leí por primera vez acerca de los “hombres rata”, un tema que superaba cualquier ficción y sentido común. Hace un tiempo que quiero escribir sobre ellos dado que el tema realmente llama mi atención aunque honestamente, no es fácil encontrar información al respecto, todas las notas periodísticas se basan en una misma historia, la de Nadia, una Chahu de unos 25 años que está sentada afuera del mausoleo de Shah Daula moviendo su caja para recordar a quienes quieren entrar que deben hacer un donativo. De los muchos vídeos que vi, uno de ellos realmente me impacto y me impulso a escribir, uno en el que con un silencio atroz Nadia mira fijo a la cámara y a través de sus ojos se puede notar el cansancio y el dolor perpetuo que sufren día a día los cabezas de rata.











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